viernes, 7 de diciembre de 2012

ME ENCANTA QUE LOS PLANES SALGAN BIEN

Los que como yo tengáis unos añitos encima del lomo, recordaréis sin mucha dificultad aquella frase que citaba el famoso John "Hannibal" Smith de la serie americana "El Equipo A" siempre que sus alocadas e increíbles aventuras acababan con el éxito que ya se le presuponía incluso antes de comezar el capítulo.

Será quizá por ese recuerdo de juventud o por una simbiosis enfermiza con el personaje citado, que sin saber muy bien porque, siento lo mismo cada vez que algo preparado para ser un éxito se convierte en realidad o cuando menos en algo muy parecido a su idea original.

Lo que no sé es como le sentaría al admirado "Hannibal" que alguno de sus planes no saliera como deseaba o planeaba. ¿Se enfadaría? ¿Les cantaría las cuarenta a sus amigos de fechorías? ¿Se deprimiría? Como quiera que nunca podré realizarle esta pregunta al coronel ya que planeó su último viaje hace ya algún tiempo, me hago esta reflexión porque yo si sé lo que siento cuando uno de mis planes no sale bien y por ello reconozco que me sienta tan mal, que no me gustaría cruzarme por el camino con el tonto de turno que me lo quiera recordar.

Y no me estoy refieriendo sólo al hecho de conseguir una victoria, un éxito laboral o deportivo, una buena cita o historias similares, sino al hecho tan sencillo y mundano como ver cumplida una expectativa, realizar un plan según lo previsto, cumplir con una cita en su momento debido o algo tan sencillo como llegar a casa y encontrar en el plato las alubías que anunciaba en el menú del día la jefa de cocina.

Y es que es que no puedo con los cambios. Debo tener alguna deformación en alguna parte de mi corteza cerebral que hace que me deprima cada vez que me pantean un apasionante plan para después, o bien anularlo o bien cambiarlo de forma que nunca coseguirá motivarme como lo hacía  su planteamiento original.

No sé si a vosotros os ha pasado alguna vez algo semejante. Es una sensación muy desagradable porque hay veces que eres infeliz sin una razón objetiva, pero yo no sé ser objetivo. Si me dicen que para comer voy a tener ensalada rusa y en su lugar me encuentro un "delicioso" plato de coliflor al ajillo mi ánimo entra en barrena. Si me dicen que el martes voy a jugar un apasionante partido de pádel me fustra que me llamen unas horas antes para decirme que a Juanito le ha salido un uñero y que se suspende el partido.

¡ Vale, lo reconozco ! estoy como una cabra que le vamos a hacer, se ve que todo estaba planeado. Ahora por favor no me cambiéis de idea y si soy una cabra soy una cabra. Ni soy, ni estoy como un cencerro, ni se me va la olla y mucho menos fumo hierba.

Soy una cabra y eso me hace feliz ¡tan difícil es entederlo !


miércoles, 5 de diciembre de 2012

ENTRE MAMAS Y PAPAS


Estoy harto lo reconozco ¡¡

Y eso que intento hacer cada día un ejercicio de superación personal para vencer la rabia que me produce ver como nuestra juventud no tiene ni desea tener, ningún compromiso que vaya más allá de comer, dormir y enviar whatsapps.

Sé que es un grave error meter en el mismo saco a todas o varias generaciones de presos de un programa hormonal en continuo desarrollo y que por ello me lloverán las críticas de los notables sociópatas que me dirán que generalizar no es correcto y quizá ni saludable.

Pero ¿Cómo he llegado a este hartazgo os preguntareis? Fácilmente. No hace muchos meses se me ocurrió la brillante idea de rememorar viejos tiempos y sacar del armario mi apolillado chándal, mi silbato, y los borceguís con los que tantos y tantos kilómetros corrí por aquellos endiablados campos de dios, para entrenar a un grupo de preadolescentes barbilampiños en plena tempestad emocional.

Os juro que si no he tirado la toalla es porque me gusta cumplir mis promesas, pero a fe os digo que si no fuera por ello a estas alturas estaría con un caldito caliente y una bata calada hasta los dientes, haciéndome fuerte tras la puerta de mi salón.

Pero no creáis que luchar con ellos es lo que me hace flaquear; no es su falta de compromiso ni su poca o nula exigencia en el trabajo lo que me atormenta, lo verdaderamente duro, lo que mina mi infinita paciencia es tener que jugar a mamás y papás todos los días.

Sin rememorar los cuentos del abuelo Cebolleta, recuerdo como éramos los niños de antes y pienso ¿si yo hubiera tenido todo lo que tienen estos ahora? Los tiempos cambian, sí; la sociedad también, lo acepto, pero de ahí a lo de ahora me parece, y perdonen mi expresión “un descojono”.

Papás que quieren ser en sus hijos lo que no pudieron ser ellos cuando les correspondía, mamás que corren detrás de sus hijos a golpe de Dalsy, Bisolvón y una rebequita para que el niño no se enfríe y eso, sin entrar en el tenebroso mundo de las envidias, las desigualdades y los agravios comparativos que darían para escribir un libro entero.

En fin, que estoy harto, pero mientras no me quede otro remedio entrenaré entre mamás y papás con la ilusión de no salir muy trasquilado.

Por cierto, pido perdón si he ofendido a alguien.

lunes, 3 de diciembre de 2012

ZAPATILLAS DE ANDAR POR CASA

¿Donde habré dejado las zapatillas? 

A simple vista esta es una pregunta que cualquiera de nosotros nos hacemos varias veces a lo largo de una semana cuando llegamos al abrigo de nuestro caprichoso pisito.

Precisamente hoy y tras conseguir dar con ellas como perdiguero en plena jornada de pluma, me he sentado por un momento en mi sofá dejándome llevar por un pensamiento que hasta ahora no había tenido pero que de repente se ha instalado en mi mente y que arrastra tras él un halo de profundo alivio y a  su vez de solidaridad y pena.

Nunca me había parado a pensar lo afortunado que soy de gozar del calor de una familia en el más amplio sentido de la palabra, aunque más aún si cabe, del hecho de tener un techo donde poder disfrutar junto a  ella de los momentos más importantes de mi vida.

Como a casi todo hijo de vecino, nadie me ha regalado nada, no he tenido la suerte de nacer en el seno de una familia acaudalada y por tanto cada ladrillo, cada centímetro cuadrado de pared, cada tarima, cada mueble, cada objeto, etc, lo he conseguido gracias al esfuerzo personal tanto mío como de mi santa esposa.

Y es precisamente ahora, cuando la crisis económica ataca con cruel dureza a miles y miles de hogares en el mundo entero, cuando siento que la vida esta siendo justa conmigo, que no tengo derecho a plantearle ninguna queja por mucho que alguna vez me haya puesto algunas zancadillas traicioneras que una vez superadas dejan pequeñas cicatrices en mi y que algunos días me recuerdan que nada es fácil ni gratuito y que sólo el paso del tiempo consigue cerrar.

Pórque ¿que hay más injusto que no tener una vivienda digna para crear en ella una familia, llenarla de  sentimientos, vivencias, calor humano etc? 

Sé que bajar a la casuística personal de cada uno de los miles y miles de casos de desahucios, abandonos, familias desesectructuradas es cuando menos una frivolidad por mi parte; realizar un juicio de valor como se acostumbra a hacer fácilmente una temeridad irrespetuosa, pero lo que si puedo y me creo en el derecho de hacerlo, es tener un recuerdo para todos ellos, conocidos algunos, anónimos la mayoría que, un día como el de hoy, un día gris cualquiera, no tienen la fortuna de sentir ni compartir lo que yo siento

Mientras, me arropo al cálido abrigo de una agradable manta, observo una fotografía de una familia que emerge en lo alto de una estantería de madera noble y siento un escalofrío helado al pensar como sería su vida si algún día les faltase el reguardo de nuestros cuatro ladrillos.





jueves, 29 de noviembre de 2012

VICIO, ROBO O INCULTURA TECNOLOGICA


Me desayuno con la noticia del robo de imágenes y vídeos de carácter privado ocurrido en la Universidad de Deusto y que ha afectado "presuntamente" a un nutrido número de alumnos y alumnas de este centro religioso.

Ya desde el nacimiento de los tiempos nos presentaban a Eva cubierta por un escueto y pudoroso escudo de hojas, mientras Adán paseaba alborozado sus vergüenzas escondidas bajo un matojo de hierbas y otras especies arbóreas.

En pleno siglo XXI y después de tantos y tantos años de cultura desparramada gratuitamente y de autodefinirnos como la Sociedad de la información nos topamos con casos como este, cuando no con el de la concejal de Yébenes o cualquier otro similar y eso me lleva a una reflexión cuando menos pertubadora ¿estamos tontos?

Entiendo que muchos grupos de carácter reivindicativo social se echen las manos a la cabeza con lo que voy a decir pero no puedo por menos que expresar mi opinión al respecto de algo que para mi raya la frontera entre la tontuna, el vicio gratuito y la incultura más desgarradora.

De la misma forma que todos conocemos el uso del preservativo desde una edad muy temprana y dejando a una lado la moralina que siempre acompaña a este invento nacido del látex debiéramos saber que todo aquello que circula por cables, redes, nubes, agujeros negros y lejanas galaxias es susceptible de ser robado y exhibido por los amigos de lo ajeno.

Lo que me parece lamentable es que aquellos que hacen uso de las nuevas tecnologías para fines para los que no fueron concebidos se rasguen las vestiduras cuando ocurren sucesos como estos. ¿Quién no se acuerda del dicho "lo que no quieras que sepa no lo digas" ? pues apliquemos el dicho con una ligera variante y digamos "lo que no quieras que se vea no lo enseñes".

Sé y acepto con gusto las críticas que pueda recibir por rancio y retrogrado pero auguro que no pocas personas, madres y padres ignorantes estarán de acuerdo en que cada uno de nosotros hacemos nuestras propias leyes mientras otros hacen de ellas su propia trampa.

¡Por cierto! Preservación es un término relacionado al verbo preservar, cuya etimología nos lleva al latín praeservāre. La acción de preservar consiste en cuidar, amparar o defender algo con anticipación, con el objetivo de evitar un eventual perjuicio o deterioro.

¡Vamos más claro agua¡

miércoles, 28 de noviembre de 2012

VUELVO A ESCRIBIR, DE NUEVO

Hola a todos que sois ninguno y a veces tantos:

He decidido tras no pocas recaídas, retomar mi secreta afición de escribir pequeños fragmentos a caballo entre la fábula, el ensayo (esto lo digo por el intento de querer parecer culto), la narrativa y el periodismo de becario.

Espero, aunque esto sólo sea una quimera, no fallar a mi cita diaria con las teclas de mi abnegado teclado que espera el tintinear incesante de mis yemas sobre él como la hierba que ansía la llegada de rocío que le embriaga con su frescura.

Un saludo, y manos a la obra.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Preparando no hace mucho uno de mis trabajos fotográficos - afición de la que soy prisionero por culpa de un mal amigo - caí en la cuenta de lo mayor que me estoy haciendo ya que buscando productos de tiempos pretéritos pude comprobar como o bien habían desaparecido por el transcurrir del inexorable paso de los años o bien estaban en manos de coleccionistas y cazatesoros.

Tengo que reconocer que la nostalgia se apoderó de mi al mismo tiempo que los recuerdos de mi infancia se agolpaban a borbotones en mi cabeza sin tan siquiera poder disfrutarlos con el debido respeto.

Que tiempos aquelos en los que ir a la tienda era un acto de fe, pues muchas veces no sabías a por lo que ibas y menos con lo que volverías a casa. Eran tiempos de contacto personal, afable y ameno aunque siempre estaba el cascarabias que si podía te tiraba de la oreja por tan sólo mirarle.

Cuantas veces en mi infancia pueblerina me tocó ir a por los recados o a por el mandado que mi madre había hecho al carnicero el día anterior. Que bonita expresión para describir lo que ahora llaman hacer la compra o ir al hiper, ese lugar donde generalmente te encuentras con quién no deseas y gastas lo que no debes sólo por estar al alcance de la mano.

Si pudiera, vovería a mi infancia para coger la lechera de hierro abollado por los innumerables golpes que le dí mientras iba de camino de la lechería de la Dora para recoger ese oro blanco que entonces llamábamos leche y que ahora dan por llamar calcio vitaminado, soja y otras zarandajas.

En fin, como pueden ver me hago mayor y para hacer honor a mi cuarentona edad, empiezo a chochear con recuerdos del abuelo cebolleta. ¡Son tan bonitos!



Para rememorar aquellos tiempos os dejo un recuerdo gráfico que muchos conoceréis por haberlo sufrido en vuestras propias carnes y otros en cambio ni tan siquiera habréis oído nunca su nombre ni sabríais como usarlo sin hacer un estropicio.

Dios salve a la Reina ¡¡¡




martes, 27 de septiembre de 2011

AVALASTE "LA CAGASTE"


Avalar una operación financiera puede ser uno de los mayores errores a los que te expongas en tu vida, por lo que antes de hacerlo, respira, toma un sorbito de agua pregunta y medita.

Después de meditar, huye, te aseguro que no te arrepentirás.