Los que como yo tengáis unos añitos encima del lomo, recordaréis sin mucha dificultad aquella frase que citaba el famoso John "Hannibal" Smith de la serie americana "El Equipo A" siempre que sus alocadas e increíbles aventuras acababan con el éxito que ya se le presuponía incluso antes de comezar el capítulo.
Será quizá por ese recuerdo de juventud o por una simbiosis enfermiza con el personaje citado, que sin saber muy bien porque, siento lo mismo cada vez que algo preparado para ser un éxito se convierte en realidad o cuando menos en algo muy parecido a su idea original.
Lo que no sé es como le sentaría al admirado "Hannibal" que alguno de sus planes no saliera como deseaba o planeaba. ¿Se enfadaría? ¿Les cantaría las cuarenta a sus amigos de fechorías? ¿Se deprimiría? Como quiera que nunca podré realizarle esta pregunta al coronel ya que planeó su último viaje hace ya algún tiempo, me hago esta reflexión porque yo si sé lo que siento cuando uno de mis planes no sale bien y por ello reconozco que me sienta tan mal, que no me gustaría cruzarme por el camino con el tonto de turno que me lo quiera recordar.
Y no me estoy refieriendo sólo al hecho de conseguir una victoria, un éxito laboral o deportivo, una buena cita o historias similares, sino al hecho tan sencillo y mundano como ver cumplida una expectativa, realizar un plan según lo previsto, cumplir con una cita en su momento debido o algo tan sencillo como llegar a casa y encontrar en el plato las alubías que anunciaba en el menú del día la jefa de cocina.
Y es que es que no puedo con los cambios. Debo tener alguna deformación en alguna parte de mi corteza cerebral que hace que me deprima cada vez que me pantean un apasionante plan para después, o bien anularlo o bien cambiarlo de forma que nunca coseguirá motivarme como lo hacía su planteamiento original.
No sé si a vosotros os ha pasado alguna vez algo semejante. Es una sensación muy desagradable porque hay veces que eres infeliz sin una razón objetiva, pero yo no sé ser objetivo. Si me dicen que para comer voy a tener ensalada rusa y en su lugar me encuentro un "delicioso" plato de coliflor al ajillo mi ánimo entra en barrena. Si me dicen que el martes voy a jugar un apasionante partido de pádel me fustra que me llamen unas horas antes para decirme que a Juanito le ha salido un uñero y que se suspende el partido.
¡ Vale, lo reconozco ! estoy como una cabra que le vamos a hacer, se ve que todo estaba planeado. Ahora por favor no me cambiéis de idea y si soy una cabra soy una cabra. Ni soy, ni estoy como un cencerro, ni se me va la olla y mucho menos fumo hierba.
Soy una cabra y eso me hace feliz ¡tan difícil es entederlo !